sexta-feira, 13 de julho de 2012
Olentzero ( Cultura del País Vasco)
Erase una vez, hace muchos muchos años, en los profundos bosques del País Vasco, un hada muy hermosa viviendo allí. Su cabellera era amarilla como el sol y sus ojos eran muy brillantes. Como todas las hadas, ella cuidaba de la gente y siempre estaba acompañada por algunas criaturas pequeñas y divertidas, como los duendes, llamados Prakagorri, o "pantalones rojos", que la ayudaban en su trabajo.
Un día, cuando ella iba viajando a través de las montañas, ella se detuvo para peinar sus cabellos junto a una fuente. De repente, los Prakagorris le anunciaron que algo se estaba moviendo entre los helechos. El hada continuó peinando y peinando sus rizados cabellos y no se dió cuenta de nada hasta que los Prakagorris gritaron llamando su atención. "Es un bebé humano" dijo el más viejo de los duendes. "¿Por qué lo dejaron aquí?" dijeron todos los Prakagorris a coro. "Yo no sé" dijo el hada, "es difícil de comprender como los humanos pueden ser tan desalmados algunas veces."
"Desde ahora," le dijo el hada al bebé, "tu nombre será Olentzero, porque es una cosa maravillosa haberte encontrado. Y por este acto te daré los regalos de Fuerza, Coraje y Amor, por todo el tiempo que tú vivas." Entonces el hada tomó al bebé y lo llevó a una vieja casa en el límite del bosque donde vivían un hombre y su mujer que no tenían niños.
"Ellos estarán muy, muy felices de recibir este chico y lo cuidarán muy bien, lo sé" dijo el hada, y ella dejó al niño allí en frente de la puerta para ellos. Muy temprano en la mañana, cuando el sol comenzaba a levantarse, el hombre salió de la casa para ordeñar a las vacas. El se sorprendió mucho al ver al bebé, y llamó a su esposa: "Mi amor, ven aquí rápidamente! Ven a ver lo que he encontrado!" Tal como el hada lo había predicho, el hombre y la mujer fueron muy, muy felices al encontrar a este chico. "Qué afortunados hemos sido!", dijo la mujer. E inmediatamente ellos cubrieron al niño con una cálida frazada y le dieron algo de comida, y ellos lo tomaron como su hijo.
Y así fue como Olentzero llegó a crecer en aquellas maravillosas montañas, hasta que se convirtió en un fuerte, saludable y amable hombre. Sus padres fueron muy felices y Olentzero no estaba en absoluto preocupado por la extraña forma en la cual sus padres
llegaron a encontrarlo.
Olentzero trabajaba todos los días de la mañana a la noche, haciendo carbón y ayudando a su anciano padre. Después de muchos años la anciana pareja quienes habían sido los amorosos padres de Olentzero finalmente murieron y Olentzero se quedó muy solo en la casa en el bosque.
Los años vinieron y se fueron y su cara comenzó a arrugarse y su cabello comenzó a ponerse blanco.
El vivir solo lo volvió triste y se dió cuenta de que lo que necesitaba hacer era ayudar a otras personas que lo necesitaban. El recordó que en el pueblo había una casa en la cual vivían algunos niños que no tenían padres. Ellos vivían de cualquier cosa que la gente del pueblo les llevara, y él se dió cuenta de que esos niños eran muy solitarios, justo como él, y de que él podría hacer cosas para ellos de modo que fueran felices.
Olentzero era muy inteligente y muy bueno haciendo cosas con sus manos, de manera que hizo algunos juguetes de madera para aquellos niños: pequeños juguetes y muñecas, que el podría llevar a los niños cuando fuera al pueblo a vender su carbón.
Cuando él terminó las muñecas y muñecos, él los puso en una gran bolsa, puso la bolsa sobre su burro, y marchó hacia el pueblo. Él se sintió muy feliz por dentro aquel día, y sus ojos refulgieron con mucha brillantez.
Le tomó toda la mañana caminar a través de las montañas hasta llegar al pueblo, pero estaba muy feliz. El sonreía como si estuviera en un sueño, porque estaba yendo a llevar a los niños los juguetes que él había hecho.
Los niños pequeños del pueblo estuvieron muy felices también cuando recibieron sus regalos, y Olentzero se pasó la tarde jugando con ellos y contándoles las historias que había aprendido de su padre cuando él era pequeño. Los niños y niñas amaron mucho a Olentzero y despues de aquel día ellos no se sintieron tan solos como antes. Olentzero se volvió muy bien conocido en aquel pueblo. Cada vez que él se acercaba, rápidamente era rodeado por los niños.
Esto sucedió por muchos hermosos y felices años, pero una vez hubo una terrible tormenta en el pueblo y en las montañas de la periferia, la cual destruyó muchas cosas. Los fríos, fuertes vientos y el sonido de los truenos dejaron a la gente muy asustada y trastornada, especialmente a los niños.
Un día, cuando Olentzero estaba yendo al pueblo, él vió un rayo alcanzando a una casa. Él corrió muy rápido hacia la casa y vió algunos chicos en una de las ventanas, muy asustados, gritando y pidiendo ayuda. Sin exitación el llegó hasta la casa, que estaba en llamas, cubrió a los niños con una brazada para protegerlos del fuego, y los sacó de la casa a través de una ventana en el primer piso.
Pero mientras él estaba tratando de salir, una viga de madera vieja y grande del cielo raso cayó sobre él. Olentzero cayó con gran dolor, y su fuerte y hermoso corazón se detuvo. Las personas en el pueblo lloraron cuando vieron la casa en llamas, y supieron lo que había ocurrido, y se dieron cuenta de que no había nada que ellos pudieran hacer.
Pero en ese mismo momento ellos fueron sorprendidos por una brillante luz que salía de la casa en llamas. Nadie podía ver lo que estaba ocurriendo adentro. Pero dentro de la casa, el hada que había encontrado a Olentzero en las montañas, cuando él era un bebé muchos años atrás, apareció junto a Olentzero y comenzó a llamarlo por su nombre con su dulce voz: "Olentzero! Olentzero!"·
Ella dijo: "Olentzero, tú has sido un buen hombre, lleno de fe y de buen corazón. Has dedicado tu vida a hacer cosas para los demás, y has dado hasta tu propia vida para salvar a otras personas. Por lo tanto no quiero que te mueras. Yo quiero que vivas para siempre. De ahora en adelante tú harás juguetes y otros regalos para los niños que no tienen padres en este pueblo y en todos los rincones del País Vasco."
"Y nosotros te ayudaremos!" dijeron todos los Prakagorris, volando alrededor de Olentzero.
Y así fue como vino a pasar que, en la mitad de cada invierno, al final de cada año, Olentzero va a todos los pueblos del País Vasco repartiendo juguetes y regalos a los niños que no tienen padres ni abuelos que les hagan regalos. Los niños de todos los pueblos celebran la llegada de Olentzero cantando canciones y esparciendo su mensaje de amor, fuerza y coraje. Algunas personas no creen que Olentzero realmente exista. Pero entre los vascos hay un viejo dicho:
"todas las cosas que tienen un nombre existen, si nosotros creemos que existen".
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